Margot pensaba que el tiempo se le escurría como un reloj de arena. Parecía que lo que antes se podía hacer, ahora era misión imposible.
“Llevo toda la semana intentando encontrar un hueco para llamarte, pero no sé qué pasa que no lo consigo. Quiero tener un rato de tranquilidad para contarte con detalle la cafetería a la que fui el otro día. Era tan bonita… No te preocupes, no sustituirá a nuestro querido piano de cola blanco, lo sabes, pero es que me pasó algo surrealista y necesito tiempo para contártelo”.
Con este mensaje se despertó Juliet y la curiosidad fue tal que se preparó un café dispuesta a llamar a su amiga y saberlo todo sobre esa supuesta maravilla de cafetería. Y sobre todo, qué podía ser surrealista para Margot, cuando toda su vida lo era ya. Sin embargo, al releer el mensaje se dio cuenta de que ella también había pensado que el tiempo parecía más rápido últimamente, o más escurridizo o menos… ¿eficaz? No era el adjetivo adecuado pero no encontraba otro. Era evidente que no era culpa de los segundos o minutos sino suya o de Margot o de la humanidad.
Juliet llamó a Margot pero saltó el contestador. Lo imaginaba porque a esa hora estaba trabajando y ella ponía su teléfono en silencio - bien por Margot-. Ya la llamaría cuando pudiera, pero le dejó un mensaje igualmente.
“Amiga, muero de ganas por saber cómo era la cafetería que tanto te gustó. Sé que estará a la altura de nuestras expectativas, así que confío en que me lleves cuando nos veamos. Pero sobre todo me intriga saber qué te pudo pasar. Seguro que me haces pasar un rato divertido con la rocambolesca historia que guardas para mí. Te echo de menos amiga. Ahora me voy al jardín a cuidar mis plantas e intentar sonsacarles tus secretos, que seguro que entre ellas se lo dicen todo. Ya hablaremos cuando nuestros tiempos se crucen”.
A Margot le gustaba cuidar con mimo las flores de su terraza. Tenía mucha maña y le crecían unas rosas preciosas, las orquídeas florecían con una elegancia perenne y sus tulipanes parecían llegados directamente de Holanda. Siempre le decía a Juliet que eran sus amistades secretas y a sus flores les contaba cosas que incluso ni a ella misma le decía -algo que a Juliet daba una envidia pueril porque sabía que no podía compararse con una flor. Tenía todas las de perder-.
Las flores son muy generosas y si las cuidas con mimo y amor, te devuelven una sonrisa en formas sutiles y coloridas. Son casi como las personas, con un poquito de amor que des, recibes mucho más de lo que das.
Así que Juliet, ya que en su nueva casa tenía un jardín más que decente, se compró unas grandes tijeras para podar, unos guantes para no pincharse, unas gafas de plástico para que no le saltaran briznas al segar el césped, un gran rastrillo para recoger las hojas del otoño y hasta un aparato para soplar las mismas hojas cuando caían demasiadas para amontonarlas a mano. Descubrió que, como decía Margot, la jardinería era una terapia fantástica, dulce y reconfortante. En ocasiones era agotadora, pero daba unos resultados tan bonitos que valía la pena. Y fue aquí cuando se dio cuenta de que el tiempo puede parecer volar o estancarse solo según en qué lo dediques. No es que no lo supiera, pues cuando uno hace algo que no le gusta parece que las horas y los minutos se detienen, pero encontró en estos momentos de, digamos, floricultura, un remanso de paz interior. Y empezó a susurrar a los setos, cortaba las ramas con el esmero con que un padre primerizo corta las uñas al bebé apenas nacido. Buscaba el silencio de los árboles, solo roto por los pajarillos atolondrados. Qué vida la de esos pequeños seres voladores, pensaba, tan sencilla e intensa a la vez. Con la única misión de buscar comida y cobijo, proteger a sus crías y volar.
Quién pudiera volar.
Margot escuchó el mensaje de Juliet y sonrió al imaginarse a sus plantas mandando códigos secretos por ondas electromagnéticas a las plantas de Juliet.
Querida Juliet, no necesito superpoderes florales para que que sepas lo que pienso, pero me gusta que hayas encontrado en las plantas y flores la serenidad que a veces buscas. Yo la he encontrado y hace bien. En la cafetería nueva -repito, creo que te gustaría porque es sencilla y discreta como tú y, sobre todo, tiene toda una pared llena de poemas-, estábamos todos de pie tomando un vino después de la presentación de un libro cuando, al girarme vi al fondo a una chica que era exactamente igual a ti. Me dio un vuelco al corazón. Primero, me enfadé porque pensé que habías vuelto y no me habías dicho nada. Pero supe al instante que esa opción era imposible. Me fui acercando, discretamente, con la seguridad de que no eras tú pero la fascinación de pensar que podría ser. ¡Estuve a punto de correr y abrazarla, aún sabiendo que no eras! Intenté disimular pero creo que ella notó mi miraba en su nuca y se acercó a mí. Yo no sabía qué hacer, porque había sido muy descarada pero… me recordó tanto a ti que casi me puse a llorar de la emoción, absurda e inventada, pero emoción igualmente. Entonces ella se vino y, sin tapujos, me preguntó si nos conocíamos, porque le sonaba mi cara mucho, “seguramente nos hemos encontrado en algún otro momento”, dijo, y yo pensé “o en otra vida, porque llevas parte de alguien muy importante para mí en tu aura”. Le conté de pasada que me recordaba mucho a mi mejor amiga, que hacía mucho que no veía y echaba tanto de menos poder abrazarla. Ella dijo que a veces pasan estas cosas, que hay personas que se parecen o que emanan sensaciones que nos recuerdan a seres queridos. Charlamos un rato, de nada en concreto pero al despedirnos, de manera informal para seguir nuestra noche, ella me dijo “creo que esa amiga tuya tiene suerte de tenerte. No es algo que diga a menudo a la gente que no conozco, pero puedo ver tu alma a través de tu mirada, tan limpia y profunda. Y allí, en el fondo, se siente un amor grande, fuerte y que ilumina. Ella lo siente igual. Las personas que están conectadas viven otra dimensión. Como las flores, que hablan unas con otras aunque estén a miles de kilómetros de distancia. Es como el lenguaje de las aves, que solo pocos pueden apreciar. Algo me dice que tú y tu amiga pueden entenderlo”. Y sin esperarlo me dio un abrazo y se fue.
Margot y Juliet empezaron a mandarse mensajes secretos a través de las flores y de los pájaros. No se lo dijeron abiertamente pero las dos notaban de algún modo cuándo debían salir al jardín a recibir las noticias confidenciales que tanto las unían.
Juliet recordó un verso de Emily Dickinson que decía
El “para siempre” está hecho de muchos “ahora”.
Y así era, muchos instantes forman una vida.
Gracias a 928films por buscar códigos secretos para comunicarnos.
¡Quién pudiera volar! Mira que casualidad o no que yo también me he dado a la jardinería en honor a mi padre que amaba las plantas. Yo no sé si tengo tan buena mano como él, pero voy a intentarlo para cuidar de su legado. Le pediré a las plantas hablar con él y contigo. Tal vez, funcione 😘